Dos libros. Por Miguel Casas No lo puedo entender. Yo estoy segura de que lo dejé sobre este mueble. Justo ayer antes de salir miré y aquí estaba. Encima de la cubierta de mármol de esta mesita. Y ahora como voy a explicarle a Loreto. Ella me lo prestó con tan buena intención. Aunque en realidad no es un gran libro. La historia no es muy buena. Un poco cursi, llena de lugares comunes. Los personajes, por otra parte, no están bien desarrollados, les falta alma, como diría Paulo Coelho. Y para qué decir la impresión, toda llena de errores de imprenta, las líneas corridas y el papel de mala calidad. Seguro reciclado. Ahora si hablamos de la cubierta, con unas figuritas geométricas que hasta mi sobrina Laura, que tiene cinco años, podría hacer mejor. Y el autor, un desconocido. Bueno, no tanto. En la lista de preferidos del diario El Mercurio sólo llegó al tercer lugar antes de desaparecer a la semana siguiente. Ahí está la Isabel Allende, el Roberto Ampuero y por supuesto el M
EL ASUNTO. Por: Miguel A. Casas Temprano en la mañana, Emilio está frente al volante de su reluciente BMW M6 provisto de 5 mil centímetros cúbicos de cilindrada. El silencioso motor apenas da muestras de estar encendido; el sistema de audio con siete graves, cuatro agudos y dos centrales inunda suavemente el interior forrado en piel; el climatizador digital mantiene la temperatura exacta en todo el vehículo. Es una delicia conducirlo. ¿Y los niños? Emilio miró por el espejo retrovisor ajustándolo para enfocar la puerta ¿Por qué se demoran tanto? Estuvo a punto de tocar la bocina pero allí estaban. Carlos Alberto y Fernanda, con sus uniformes de colegio inglés y sus mochilas. ¿Se acordarían de traer los notebook nuevos? Fernandita abrió la puerta del pasajero y movió el asiento de cuero legítimo para dejar pasar a Carlos Alberto, hoy le tocaba a ella viajar adelante. Se sentó junto a Emilio y ajustó el cinturón. Lanzó una sonrisa a Emilio. Era el vivo retrato de su madre. La